Inseguridad, estrés, relajación, irritabilidad, confianza o tensión: todo esto podemos transmitirle a nuestro perro, inconscientemente, a través de la correa cuando salimos a pasear. Por eso es tan importante manejar bien este «cordón umbilical» que nos une a nuestro compañero. Un buen manejo de correa requiere tiempo y práctica para evitar tensiones durante el paseo.
Algunos expertos recomiendan comenzar con correar largas (de al menos tres metros) no extensibles, siempre que la zona de paseo no esté transitada, para que el perro se acostumbre a ella, e ir reduciendo la longitud a medida que el perro crece, o en entornos urbanos. Nuestra posición ideal es caminar nosotros o ligeramente detrás o en paralelo al perro, y no permitir que «el perro nos pasee a nosotros».
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