En los perros y los gatos las reacciones adversas a los alimentos pueden ser de origen inmunitario o no. En el primer caso se trataría, como ya explicamos en una anterior entrada, de una alergia o reacción inmunitaria a un componente del alimento. Si nos enfocamos en el segundo caso, hablaríamos de una intolerancia o reacción adversa no inmunitaria, ¿cuál es la diferencia?
Esta reacción adversa no inmunitaria puede ser por naturaleza metabólica, idiosincrática —inherente al individuo—, tóxica o farmacológica. A diferencia de la alergia alimentaria, la intolerancia no requiere una exposición previa al alimento para manifestar signos clínicos. Como hemos dicho, puede desencadenarse por diversas causas:
- Metabólicas: por ejemplo, un déficit de ciertas enzimas necesarias para la digestión y metabolismo de algunos alimentos. Un ejemplo muy típico en perros y gatos, que también sucede en algunos humanos, es la intolerancia a la lactosa por déficit de la enzima lactasa, indispensable para metabolizarla.
- Farmacológicas: si los alimentos contienen sustancias activas farmacológicamente, como cafeína o teobromina (presente en el chocolate), pueden provocar síntomas de intolerancia.
- Individuales o idiosincráticas: aquellas que engloban los problemas intrínsecos a un individuo en concreto, sin ser tóxicas, metabólicas o farmacológicas, y que provocan una intolerancia de ese animal a ciertos alimentos.
- Tóxicas: si el alimento está combinado con toxinas, como hongos o bacterias, provocando una intolerancia.
Un perro o gato que está experimentando una reacción adversa a los alimentos es incapaz de digerir, absorber y/o utilizar un alimento en particular, por lo que normalmente aparecen signos clínicos gastrointestinales.
Las reacciones a una dieta en particular son a menudo debido a causas desconocidas, pero suelen estar vinculadas a un determinado ingrediente dietético, aditivo o compuesto. También es posible, como hemos dicho, una reacción a los efectos tóxicos de un contaminante determinado (por ejemplo, salmonella) o al alimento en mal estado (por moho u hongos).
Los perros y gatos de cualquier edad, raza o género pueden verse afectados. Existen ciertas predisposiciones como la intolerancia a la lactosa, que, como ya apuntamos antes, es un algo frecuente en perros adultos.
Los síntomas pueden aparecer después de la adición de un nuevo elemento a la dieta de nuestro animal. Estos pueden desaparecer en estado de ayuno, supervisado por nuestro veterinario, o la supresión de dicho elemento en la dieta. Los síntomas más comunes incluyen:
- Diarrea
- Vómitos
- Flatulencia / gases abdominales
- Falta de apetito
- Pérdida de peso
- Dolor abdominal y malestar
- Picor y prurito
El diagnóstico veterinario es muchas veces complicado por la similitud de los síntomas con otras alteraciones como la alergia, que no olvidemos, incluye una reacción de hipersensibilidad de tipo inmunológico, y está orientado a descartar otras patologías con espectro de signos similares y a detectar el componente de la dieta que causa la intolerancia.
La piedra angular de un plan de tratamiento con éxito está en la identificación del componente de la dieta causante y su eliminación. Un buen manejo nutricional y la alimentación con una dieta especial para perros con sensibilidad digestiva (sensitive) o hipoalergénica y de alta calidad acabarán con el problema y los síntomas que sufren nuestras mascotas. El buen cumplimiento por parte del propietario es imprescindible para el éxito de la terapia, y asegurará una recuperación clínica y que nuestro perro o gato disfrute de una buena calidad de vida.
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